Los suburbios de un amor.


Tanto tiempo sin llamarte.Tanto tiempo sin escribirte a la cara. Esta vez solo tú sabes que me dirijo a ti. Te escribo a toro pasado, después de la batalla, cuando dicen que todos somos generales. Pero te juro que ha sido necesaria la distancia de un adiós y el tiempo de varios silencios para poder atreverme a esto. Te preguntarás por qué lo hago aquí y de esta manera. Que qué hace toda esta gente mirándonos. Que por qué nos tienen que estar escuchando. Tranquilo. No les voy a contar nada que tú no quisieras que oyesen. Sólo están a modo de testigos, no de jueces, y ni van hablar ni a decirnos nada. Nos leen, y coincidirán o no, pero eso jamás lo tenemos por qué saber tú y yo.
El hecho, la verdad, es que te he estado echando tanto de menos que todavía a veces me lloro encima. Te he buscado, ya no en otros brazos, si no en otras miradas que no tenían tus ojos, en otros labios que cerrasen los mios, en otras caricias que me hicieran olvidar las nuestras. El olvido se me fue de las manos, y hasta la fecha aún me ha sido imposible decir cómo, cuándo y dónde te dejé atrás.
Acabadas las presentaciones e impresentables, quiero decirte que nada de todo esto a sido en vano. Siempre he creído que el arrepentimiento era el analgésico de los moralistas y el anestésico de los cobardes. Y, hoy por hoy, sigo valientemente orgullosa de haberlo intentado, de haberlo perdido todo y de haber sentido lo que tu me has hecho sentir. Me veo en un espejo, a veces cóncavo, a veces convexo, jamás plano, que enfoque y descubra partes de ti. "Estoy descubriendo que no es incompatible que tú seas un capullo con el hecho de que me quieras con locura".

Que se aparten los romeos y julietas, que miren y aprendan los amantes, amandos y amados de cualquier época, raza, y condición, que tú y yo hemos tocado todos los cielos del primero al séptimo, que tú yo hemos mordido el polvo de todos los infiernos, que tú y yo nos hemos devuelto a la vida, a la muerte, y a todo lo que pueda haber entre medio, nos hemos hemos dolido hasta decir basta, nos hemos herido aun convalecientes, y nos hemos curado hasta resucitarnos casi del todo. Quien no haya fracasado como nosotros, no tiene ni puta idea de hasta donde se puede creer, querer y caer.

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